En el inicio de Un caso de identidad, uno de los 56 relatos breves que Conan Doyle escribió protagonizados por el gran detective, podemos encontrar este párrafo que nos recuerda al Diablo Cojuelo, de nuestro Vélez de Guevara:
-Querido amigo -dijo Sherlock Holmes mientras nos sentamos a uno y otro lado de la chimenea en sus aposentos de Baker Street-. La vida es infinitamente más extraña que cualquier cosa que pueda inventar la mente humana. No nos atreveríamos a imaginar ciertas cosas que en realidad son de lo más corriente. Si pudiéramos salir volando por esa ventana, cogidos de la mano, sobrevolar esta gran ciudad, levantar con cuidado los tejados y espiar todas las cosas raras que pasan, las extrañas coincidencias, las intrigas, los engaños, los prodigiosos encadenamientos de circunstancias que se extienden de generación en generación y acaban conduciendo a los resultados más extravagantes, nos parecería que las historias de ficción, con sus convencionalismos y sus conclusiones sabidas de antemano, son algo trasnochado e insípido.
Arthur Conan Doyle, Un caso de identidad
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