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Mostrando entradas de febrero, 2011

No disimules, Obama, que no eres negro

Barack Obama habrá ganado las últimas elecciones americanas y el Premio Nobel, y algún día hasta le nombrarán hijo predilecto de Coria del Río, pero Obama no es negro. Salvo que se aplique todavía la norma de hasta la última gota de sangre. Después de 300 años de historia, los americanos siguen cortados por el mismo patrón racista según el cual si uno tiene una gota de sangre negra, es negro. Se trata naturalmente de salvaguardar la pureza de la raza blanca. La madre de Obama es blanca, pero por esta curiosa regla el 50% se convierte en el 100%. Entre medias no hay nada. Los titulares de la prensa mundial coincidían el pasado 5 de noviembre: “El triunfo de Obama marca un hito histórico. EEUU elige a su primer presidente negro”. Lo cual, no sólo es mentira y una prueba de racismo atávico, que sería lo de menos tratándose de papel de periódico, sino que sobre todo impide la canalización del fenómeno Obama como podría hacer menos daño. Hasta el propio presidente y sus seguidores han termi

Aforismos y escolios, de Nicolás Gómez Dávila II

La madurez del espíritu comienza cuando dejamos de sentirnos encargados del mundo. Cuando las cosas nos parecen ser sólo lo que parecen, pronto nos parecen ser menos aún. Una “sociedad ideal” sería el cementerio de la grandeza humana. El amor al pueblo es vocación del aristócrata. El demócrata no lo ama sino en período electoral. La movilidad social ocasiona la lucha de clases. El enemigo de las clases altas no es el inferior carente de toda posibilidad de ascenso, sino el que no logra ascender cuando otros ascienden. Negarse a admirar es la marca de la bestia. La diferencia entre Medievo y mundo moderno es clara: en el Medievo la estructura es sana, y apenas ciertas coyunturas fueron defectuosas; en el mundo moderno, ciertas coyunturas han sido sanas, pero la estructura es defectuosa. El filósofo no es vocero de su época, sino ángel cautivo en el tiempo. Las perfecciones de quien amamos no son ficciones del amor. Amar es, al contrario, el privilegio de advertir una pe

Cómo nos timan con los 905

Llamar a uno de esos concursos de TV que dan como premio dinero en metálico al contestar una pregunta de perogrullo es una tentación para los incautos. Pero en lugar de ese supuesto dinero fácil, suelen llegar desagradables sorpresas en la factura telefónica. Vienen siendo ya miles los casos de personas que reconocen haber hecho una llamada tras la cual se les cobran cientos de comunicaciones por otros cientos de euros. Se trata de una estafa que se realiza por el uso fraudulento de las líneas telefónicas y de un prefijo en particular, el 905. Si bien ya existían desde hace años, estos concursos se han multiplicado desde la implantación de la TDT. A falta de contenidos televisivos, los nuevos canales se han cubierto con docenas de formatos similares: un presentador insiste a los ingenuos espectadores a que marquen el 905 en cuestión para responder la estupidez que corresponda. Los memos que muerden el anzuelo pueden quedarse pegados al aparato en su intento por participar, pues la mecá