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Mostrando entradas de enero, 2010

Biblioclastia: el hombre es un lobo para el libro

Fernando Báez es una autoridad mundial en el campo de la historia de las bibliotecas e integrante de la comisiones respaldadas por la Unesco que investigaron el saqueo cultural en Irak en el año 2003, tras la invasión de Estados Unidos. Natural de Venezuela, obtuvo el premio internacional de ensayo Vintila Horia por su obra Historia de la antigua biblioteca de Alejandría . En 2005 publicó un libro fundamental para comprender este tema, La Historia universal de la destrucción de los libros (Sudamericana-Mondadori). Transcribo una amplia selección de sus respuestas a una entrevista aparecida en el diario argentino La Nación : *** -Es un error frecuente atribuir las destrucciones de libros a hombres ignorantes, inconscientes de su odio. Cuanto más culto es un pueblo o un hombre, más dispuesto está a eliminar libros bajo la presión de mitos apocalípticos. Sobran los ejemplos de filósofos, eruditos y escritores que reivindican la biblioclastia. Descartes pidió a sus lectores que quem

La telebasura según Aristóteles

Aristóteles afirmaba que la naturaleza se resistía al vacío y que, por lo tanto, éste no existía. Es la teoría del horror vacui , que estuvo vigente hasta el siglo XVIII. Los críticos de arte la recuperaron posteriormente para referirse a las obras abigarradas. A pesar de que hoy la ciencia cuestiona esta teoría, la televisión la pone en práctica hasta la saciedad, en particular los llamados programas de entretenimiento, esos que aburren a las ovejas y marean hasta la náusea. Se trata de programas en los que no hay silencio, ni pausa, sólo ruido, voces, acción, acción. Su estrategia se limita a rellenar contenidos con un ritmo frenético, ya que van dirigidos a un público cansado y aburrido. Venden la risa simple envuelta en un supuesto humor trasgresor, pero su objetivo consiste en no decir absolutamente nada tantas veces como sea posible, y da más miedo que el vacío.

Los termómetros mueren jóvenes

Una vez más han vuelto a sorprendernos las temperaturas más bajas de los últimos treinta años en pleno mes de enero. Evidentemente, esto se debe a una ola de frío, nada que ver con el invierno. En realidad, las diferentes escalas utilizadas para registrar la temperatura son siempre arbitrarias. Los termómetros no miden la temperatura, sólo la marcan. Y cuando marcan por encima de cuarenta lo asociamos a una situación crítica, quizá mortal. Es por eso que “los termómetros mueren jóvenes”, como genialmente dijo Gómez de la Serna.

La verdadera historia de la cigarra y la hormiga, por Vicente Blasco Ibáñez

Reverbera en las blancas fachadas el sol de las primeras horas de la tarde. Procuramos, en nuestros paseos por la plaza de un pequeño pueblo valenciano, no salirnos de las islas de sombra que trazan los plátanos sobre la tierra rojiza y ardiente. Silencio de sueño, calma profunda de siesta veraniega. Los únicos que vivimos en este ambiente exuberante de luz somos mi amigo y yo, que conversamos bajo los árboles de la plaza, los niños que ganguean a gritos sus lecciones en la escuela próxima, siguiendo el venerable método morisco, y los enjambres de insectos que aletean, zumban y trepan en torno de los plátanos. Calla de pronto el coro escolar, y por las ventanas abiertas llega hasta nosotros la voz de un niño, el más aplicado tal vez, que recita una fábula: La cigarra y la hormiga . Como el griterío de una muchedumbre alborotada que contesta a ultrajantes alusiones, suena el chín-chín de numerosas cigarras moviendo sus cimbalillos entre las cortinas del follaje. Mi amigo el naturalista