Barack Obama habrá ganado las últimas elecciones americanas y el Premio Nobel, y algún día hasta le nombrarán hijo predilecto de Coria del Río, pero Obama no es negro. Salvo que se aplique todavía la norma de hasta la última gota de sangre. Después de 300 años de historia, los americanos siguen cortados por el mismo patrón racista según el cual si uno tiene una gota de sangre negra, es negro. Se trata naturalmente de salvaguardar la pureza de la raza blanca. La madre de Obama es blanca, pero por esta curiosa regla el 50% se convierte en el 100%. Entre medias no hay nada. Los titulares de la prensa mundial coincidían el pasado 5 de noviembre: “El triunfo de Obama marca un hito histórico. EEUU elige a su primer presidente negro”. Lo cual, no sólo es mentira y una prueba de racismo atávico, que sería lo de menos tratándose de papel de periódico, sino que sobre todo impide la canalización del fenómeno Obama como podría hacer menos daño. Hasta el propio presidente y sus seguidores han termi...