Un juvenil Mishima nos cuenta con voluptuosidad y en detalle cómo le ponen las estampas de santos, por lo menos de este casto centurión y mártir de la fe, asaeteado y atlético: “Tan pronto puse los ojos en este cuadro (se refiere al Martirio de San Sebastián, de Guido Reni), todo mi ser se estremeció bajo el impacto de una suerte de gozo pagano. Sentí arder la sangre y mi órgano mostró un impulso rebosante de ira. Esta parte de mi cuerpo, repentinamente agigantada y a punto de estallar, esperaba con una violencia inusitada a que la utilizara de una vez, y jadeaba maldiciendo mi ignorancia. Inconscientemente, mis manos empezaron a moverse de una manera que nadie les había enseñado. Sentí señales de algo sombrío y refulgente que subía y subía atacándome desde dentro… Y, acto seguido, una corriente impetuosa acompañada de una embriaguez llena de luz. Pasó cierto tiempo y, luego, sintiéndome desdichado, miré alrededor de la mesa escritorio tras la que me hallaba. Un arce que crecía j...
Comentarios
Publicar un comentario