El fanático
religioso es el fanático por excelencia, pues su creencia afecta a todos los
órdenes de la vida. No tolera la disidencia, la crítica o la sátira porque no
puede vivir con la duda de quienes no comparten su fe, la cuestionan o
defienden otro credo. Me parece una ingenuidad pensar que las irreverencias
puedan servir para provocar y atizar el extremismo y que éste remitiría si no
se ofendieran gratuitamente sus imposturas. El fanático religioso exige
sumisión a Dios, la suya y la de todos, siempre encontrará motivos de
ofensa a su visión de la existencia, pues la religión no es un saber humano
más, es el saber humano fundamental, encargado de canalizar la relación del
hombre con la vida entendida en su totalidad, con el origen del mundo, de todas
las cosas, una visión global de la vida y del fundamento de la vida. Hagas lo
que hagas, cualquier ejercicio de libertad puede ser una ofensa para el
inquisidor. No depende de ti, porque el fundamentalismo es el odio por la
gracia de Dios.
Nicolás Gómez Dávila nació y murió en Bogotá. Ha sido uno de los críticos más radicales de la modernidad. Alcanzó cierto reconocimiento sólo unos años antes de su fallecimiento , gracias a las traducciones alemanas de algunos de sus libro. Criticó todas las manifestaciones de la "modernidad", las ideologías marxistas, los principios básicos de la democracia y del liberalismo, por la decadencia y la corrupción que abrigan. Sus aforismos (a los que denominaba escolios ) están cargados de una ironía corrosiva, de inteligencia y de profundas paradojas. Ahí van algunos ejemplos. Genio y figura: Sobre modernidad y progreso La vida del moderno se mueve entre dos polos; negocio y coito. La palabra moderno ya no tiene prestigio automático sino entre tontos. El moderno llama cambio caminar más rápidamente por el mismo camino en la misma dirección. El mundo en los últimos trescientos años, no ha cambiado sino en ese sentido. La simple propuesta de un verdadero cambio escandaliza y ater...
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