Se acerca el verano y aumentan las ofertas de clínicas
de estética y depilación para lucir el palmito en la playa. España es el
país europeo con mayor número de operaciones de este tipo de cirugía, en
particular de reducción de nalgas o caderas, liposucciones y aumento de pecho,
además de los oportunos retoques en la cara. A estas alturas nos resulta muy
natural esa consideración de la belleza como objeto de consumo que nos lleva a
ocultar el cuerpo y la propia cara bajo el disfraz de toda clase de
procedimientos estéticos y a mutilarlo con operaciones quirúrgicas. Sin embargo
nos parece aberrante la ablación de clítoris o el uso de velos y burkas de las
mujeres musulmanas, con el argumento de que les impide mostrar su propio rostro
y su cuerpo con naturalidad, o porque supone una mutilación de su vida sexual.
Nadie llamaría “hacerse un retoque en la vagina” a una ablación de clítoris.
Pero estamos hablando de
cosas no tan alejadas como parece: mujeres que se someten “voluntariamente” a mutilaciones para
conformarse a lo que la sociedad espera de ellas. No olvidemos que en los
países islámicos en los que se lleva a cabo, son las propias madres las que deciden operar a sus hijas, al menos tan libremente como las mujeres europeas que acuden a una
clínica para reducir unas caderas que harían furor en cualquier otra época
histórica o cualquier otro lugar del mundo. Pues en ambos casos se trata de una
actitud de sumisión a la opinión pública en función de unas creencias que no
hay la más mínima intención de cuestionar.
Decía Lacan que el
fenómeno de la locura es inseparable del problema de su significación social.
La alienación colectiva conlleva locuras socialmente inducidas. Por eso el
primer caso nos parece una aberración, y el segundo no.
Ojo, no estoy diciendo que sean lo mismo, ni mucho menos. Las pésimas condiciones higiénicas y médicas, en el caso de las mutilaciones africanas, con el dolor, riesgo de infecciones y muertes que conlleva, y el hecho de que se practique a niñas y menores de edad incapaces de decidir por sí mismas, marca una diferencia básica entre las ablaciones y las operaciones estéticas de cualquier país europeo. Lo comparo sólo en el sentido al que me refería más arriba, de inducción social.
Otro aspecto a tener en
cuenta desde el punto de vista sociológico es la gran cantidad de mujeres que
prefieren cambiar sus amplias caderas naturales, propias de una Marilyn o una
Sofía Loren, por unas nalgas de preadolescente, que al parecer consideran más
atractivas. Pero este es otro tema, y muy resbaladizo, así que lo dejaremos para mejor
ocasión.
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