De la obra Oráculo manual y arte de prudencia de Baltasar Gracián, dijo Nietzsche: “Europa nunca ha producido nada mejor en temas de sutileza moral”; La Rochefoucauld imitó su contenido; y Schopenhauer confesó que era “absolutamente único..., un libro escrito para uso constante, un compañero de vida especialmente hecho para quienes desean prosperar en el gran mundo”. A las lumbreras de Europa sólo les faltó decir: ¡Gracias, Gracián, qué gracia! Pues qué dirán de El Criticón… (Se adelanta Schopenhauer: “El mejor libro del mundo”).
Reverbera en las blancas fachadas el sol de las primeras horas de la tarde. Procuramos, en nuestros paseos por la plaza de un pequeño pueblo valenciano, no salirnos de las islas de sombra que trazan los plátanos sobre la tierra rojiza y ardiente. Silencio de sueño, calma profunda de siesta veraniega. Los únicos que vivimos en este ambiente exuberante de luz somos mi amigo y yo, que conversamos bajo los árboles de la plaza, los niños que ganguean a gritos sus lecciones en la escuela próxima, siguiendo el venerable método morisco, y los enjambres de insectos que aletean, zumban y trepan en torno de los plátanos. Calla de pronto el coro escolar, y por las ventanas abiertas llega hasta nosotros la voz de un niño, el más aplicado tal vez, que recita una fábula: La cigarra y la hormiga . Como el griterío de una muchedumbre alborotada que contesta a ultrajantes alusiones, suena el chín-chín de numerosas cigarras moviendo sus cimbalillos entre las cortinas del follaje. Mi amigo el naturalista ...
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