“Este hombre es
un sabio, y pensó, sin duda, enseñar la verdad; pero cayó en poder del demonio.
Tened cuidado para que no os suceda a vosotros lo mismo”. (Guillaume Farel,
verdugo y brazo derecho de Jean Calvino, durante la ejecución de Miguel
Servet).
La ejecución más
infame en Ginebra, Suiza fue la de Miguel Servet (1511-1553), teólogo,
astrónomo, matemático, geógrafo y médico español que descubrió la circulación
de la sangre y la circulación pulmonar ó menor, negaba la Trinidad, defendía el
Bautismo a la edad adulta y consideraba a Jesús de Nazareth como una Divinidad
Deseada por el Padre y, en consecuencia, con un Origen Simultáneo al Acto
Físico del Nacimiento. Tanto Jesús de Nazareth ó el Hijo como el Espíritu Santo
son Manifestaciones del Único Dios Real y Substancial. Sin embargo, según
Miguel Servet, debe distinguirse Jesús de Nazareth como Hombre de Cristo como
Luz del Mundo.
Según Miguel Servet, Jesús de Nazareth no es Dios por naturaleza, sino que ha llegado a serlo por la Gracia. Es el intermediario entre el Creador y la criatura, pero se distingue de los 2. Para Miguel Servet, tanto la Iglesia Católica como las Iglesias Reformadas (Protestantes) han de desaparecer para dar lugar a una nueva Iglesia Verdadera. A pesar de que se atiene a la Biblia, Miguel Servet se opone a los Protestantismo. Miguel Servet se reveló contra la “Doctrina de la Justificación por la Fe” y rechaza la “Doctrina de la Predestinación del Calvinismo”.
En 1554 Jean Calvino escribió su tratado “En Contra de los Errores de Servet”, en el cual trató de justificar su cruel acción: “Mucha gente me ha acusado de que con feroz crueldad quisiera matar de nuevo a aquel hombre que aniquilé. No sólo soy indiferente a sus comentarios, sino que me regocijo en el hecho de que me han escupido a la cara”. (Henri Daniel-Rops, 191).
Según Miguel Servet, Jesús de Nazareth no es Dios por naturaleza, sino que ha llegado a serlo por la Gracia. Es el intermediario entre el Creador y la criatura, pero se distingue de los 2. Para Miguel Servet, tanto la Iglesia Católica como las Iglesias Reformadas (Protestantes) han de desaparecer para dar lugar a una nueva Iglesia Verdadera. A pesar de que se atiene a la Biblia, Miguel Servet se opone a los Protestantismo. Miguel Servet se reveló contra la “Doctrina de la Justificación por la Fe” y rechaza la “Doctrina de la Predestinación del Calvinismo”.
Mientras cursaba
estudios en Barcelona, España estableció amistad con el confesor de Carlos I,
Fray Juan de Quintana, quien lo acogió a su servicio y viajó con él a Roma,
Italia en (1530) con motivo de la Coronación del Emperador. Seguidamente
abandonó a su mentor e inició una larga peregrinación por diferentes ciudades
europeas (Lyon, Ginebra, Basilea), donde polemizó con algunos Líderes
Reformadores como Johannes Ecolampadio y Martín Bucero. En (1531) publica “De
Trinitatis Erroribus” (“De los errores acerca de la Trinidad”), que produjo
gran escándalo entre los Reformadores Alemanes. Tampoco caló bien en su patria,
ya que Miguel Servet tuvo la osadía de enviar una copia al Obispo de Zaragoza,
quien no tardó en solicitar la intervención de la Inquisición Católica. El año
siguiente publicó “Dialogorum de Trinitate” (“Diálogos sobre la Trinidad),
acompañado de una obra suplementaria, “De Iustitia Regni Christi” (“Sobre la
Justicia del Reino de Dios”). Otro opúsculo atribuido a Miguel Servet, aunque
de datación imprecisa, es “Declarationis Iesu Christi Filii Dei” (“Declaración
de Jesucristo Hijo de Dios”), también conocido como “Manuscrito de Stuttgart”.
Estudió en París y permaneció una temporada en Lyon. Allí publicó su “Geografia
y Ptolomeo”. Más tarde se dedicó a la medicina. Su tratado de los “Jarabes”
tuvo una gran repercusión y sirvió de norma en esta materia.
Los pensamientos
teológicos (muy próximos a los de los Anabaptistas ó Bautistas) de Miguel
Servet fueron duramente mucho tiempo criticados por los Católicos y
Protestantes de su época. Había conocido a Jean Calvino y éste último declaró,
el (13 de febrero de 1547), en una carta a Guillaume Farel: “Si él viene (a
Ginebra), prevalecerá mi autoridad y no permitiré que vuelva a casa con vida”.
(Henri Daniel-Rops, 186).
Con el
conocimiento de Jean Calvino y con probabilidad su instigación, William Trie,
de Ginebra, denunció a Miguel Servet en la Inquisición de Viena (Católica) mostrando
las cartas enviadas del Hereje a Jean Calvino. (Huizinga, 177). Henri
Daniel-Rops dice respecto a este episodio, que los historiadores protestantes
lo refieren con vergüenza. (Henri Daniel-Rops, 187). El hecho no puede ser
disimulado, Jean Calvino mandó a Miguel Servet a la Inquisición Protestante y
luego trató, por medio de una mentira ó un subterfugio, cubrir su participación
en el asunto. (Harkness, 42). El arribo de Miguel Servet a Ginebra, Suiza, el
(13 de agosto de 1553), fue detectado casi en el momento. Por medio de
instigaciones fue arrestado y puesto en prisión. Jean Calvino esperaba su
ejecución. (Harkness, 42).
El 20 de agosto
de 1553 Jean Calvino escribió a William Farel: “Espero que Miguel Servet sea
condenado a muerte, aunque me gustaría que se librara de la peor parte del
castigo, se refería al fuego”. (Henri Daniel-Rops, 190). Esto es, en lo
referente a este caso, el ejemplo máximo de la inclemencia de Jean Calvino.
Miguel Servet
sufrió grandes penalidades durante su cautiverio, como atestigua su carta al
Consejo de Ginebra de (15 de septiembre de 1553). Durante el juicio, sostuvo
diversos debates de carácter teológico. El (22 de septiembre de 1553), Miguel
Servet escribe una última alegación en la que culpa a Jean Calvino de hacer
acusaciones falsas de Herejía, Blasfemia, Libertinaje y Estafa contra él y
solicita que también sea detenido e interrogado como él, y concluye: “Estaré
contento de morir si no le convenzo tanto de esto como de otras cosas de que le
acuso más abajo. Os pido Justicia, Señores, Justicia, Justicia, Justicia”.
Finalizado el proceso, fueron consultadas las Iglesias Reformadas de los
Cantones de Zürich, Schaffhausen, Berna y Basilea, Suiza, tras lo cual el
acusado fue condenado y sentenciado a morir en la hoguera el (26 de octubre de
1553). La sentencia dictada en su contra por el Consejo (Petit Counseil) de
Ginebra, Suiza dice: “Contra Miguel Servet del Reino de Aragón, en España:
Porque su libro llama a la Trinidad Demonio y Monstruo de 3 Cabezas; porque
contraría a las Sagradas Escrituras decir que Jesús Cristo es un hijo de David;
y por decir que el Bautismo de los Pequeños Infantes es una obra de la Brujería,
y por muchos otros puntos y artículos y execrables blasfemias con las que el
libro está así dirigido contra Dios y la sagrada doctrina evangélica, para
seducir y defraudar a los pobres ignorantes. Por estas y otras razones te
condenamos, Miguel Servet, a que te aten y lleven al lugar de Champel, que allí
te sujeten a una estaca y te quemen vivo, junto a tu libro manuscrito e
impreso, hasta que tu cuerpo quede reducido a cenizas, y así termines tus días
para que quedes como ejemplo para otros que quieran cometer lo mismo”. Miguel
Servet fue finalmente quemado en la Hoguera. Su deseo de muerte para Miguel
Servet es claro. (Harkness, 44). Las observaciones de Jean Calvino respecto a
esta horrible muerte, mediante una lectura repugnante: “Él mostró la estupidez
de una bestia. Bramó al modo español, ¡misericordia!”. (Daniel-Rops, 190-191).
Henry Hallam,
historiador protestante, nos ofrece su opinión: “Miguel Servet, de hecho, fue
quemado no sólo por sus herejías sino por las ofensas que había propinado a Jean
Calvino muchos años antes, que parecieron haber exasperado el tremendo
temperamento del Reformador, para hacerle pagar por los dichos por los que al
final lo ejecutó”. Así, en el segundo periodo de la Reforma Protestante,
aquellos síntomas repugnantes que habían aparecido en un periodo más temprano
como la desunión, la violencia, la obcecación y la intolerancia se arraigaron y
crecieron hasta hacerlos incurables”. (Henry Hallam, Ibíd., I, 280). En la
muerte de Miguel Servet, Jean Calvino tiene gran responsabilidad, escribe
Wendel, marcó al Reformador con un estigma sangriento y nada podrá borrarlo.
(Henri Daniel-Rops, 191).
Sebastián Castellion
escribió en defensa de Miguel Servet: “Matar a un hombre no es defender una
doctrina, es matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Miguel
Servet, no defendieron una doctrina, mataron a un hombre”.
Marian Hillar,
estudioso polaco-estadounidense de la obra de Miguel Servet, hizo la siguiente
evaluación sobre el impacto perdurable que tuvo la ejecución del erudito
español: “Fue el punto de inflexión en la ideología y mentalidad dominantes
desde el siglo IV. Históricamente hablando, Miguel Servet murió para que la
libertad de conciencia se convirtiera en un derecho civil en la sociedad
moderna”.
Esta deshonra,
sin embargo, es compartida por muchos otros “Reformadores Protestantes”, que
elogiaron su atroz venganza: “Philipp Melanchthon, en una carta a Jean Calvino
y Heinrich Bullinger, dio gracias al Hijo de Dios y llamó a tal
ajusticiamiento, un santo ejemplo, memorable para la posteridad. Martín Bucero
declaró en su púlpito en Estrasburgo, que Miguel Servet merecía haber sido
desollado y desmembrado. Heinrich Bullinger, en general humanitario, coincidió
en que los magistrados civiles deben castigar la Blasfemia y la Herejía con la
muerte”. (Will Durant, 484).
En 1554 Jean Calvino escribió su tratado “En Contra de los Errores de Servet”, en el cual trató de justificar su cruel acción: “Mucha gente me ha acusado de que con feroz crueldad quisiera matar de nuevo a aquel hombre que aniquilé. No sólo soy indiferente a sus comentarios, sino que me regocijo en el hecho de que me han escupido a la cara”. (Henri Daniel-Rops, 191).
Fuente:
www.laicismo.com
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